Ensayo sobre la Ceguera, de José Saramago

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José Saramago
José Saramago

POR: RICARDO MORENO VALENCIA

Una de las pocas ocasiones en que coinciden los escépticos y los hombres de fe, es sin duda el fin del mundo. El apocalipsis. Huy. Todo esto se va a acabar. ¿Por dónde va a comenzar todo? ¿Ríos de fuego harán arder a los débiles de espíritu? ¿Caerán plagas sobre toda la humanidad, para no dejar un solo sobreviviente de la raza humana? ¿La falsedad de aliento y la debilidad de la carne serán el comienzo de ese futuro tan anunciado por curiosos y hombres de fe? A todas estas interrogantes, ha habido muchas maneras de responder, desde la tribuna del arte y no sólo de la religión.
El hecho de que el mundo entero se acabe es un tema recurrente, en el cine, donde hemos visto desde invasiones extraterrestres hasta encuentros cercanos de todo tipo entre quienes poblamos todavía la tierra y otros seres llegados de otras dimensiones (iba a escribir mundos, pero quién sabe si de donde vengan esos seres haya “mundos” propiamente).

Ensayo sobre la ceguera
Ensayo sobre la ceguera


Otras historias que nos cuentan el apocalipsis es cuando los robots comienzan a tomar vida humana y estos hombres de hojalata emprenden entonces a tener sentimientos y hacen conjeturas, especulaciones, inferencias y hasta conclusiones erráticas sobre su actividad y su relación con los seres humanos.
Una película especial, se puede decir, es el primer Terminator, de una saga que parece no tendrá fin, en donde la excelente narrativa de James Cameron nos frece su propia visión del ente salvador del que dependerá, en un futuro, la permanencia de los humanos por encima de las máquinas. Así es que el arcángel Gabriel se le aparece a Sara Connor y no solamente le anuncia que su vientre es el elegido para alojar al redentor, sino que además le entra a los madrazos y se enfrenta una y otra vez a un robot enviado del futuro.
Lo que nunca han alcanzado a decir los guionistas de tantos cuentos seriales es quién pagará los impuestos en aquel entonces (el futuro) y solo parece que el mundo es posible con la simple presencia de los robots, sin necesidad del dinero ni de la recaudación fiscal que hoy sostiene, en buena o mala manera, a todas las sociedades del mundo.
Mención aparte es la visión de los zombies, ese raro espécimen en que se convierten los hombres que han dejado de ser seres vivos para convertirse en ese oxímoron que es el “muerto viviente”. Ríos de tinta han corrido alrededor de estas historias, en series televisivas, libros best sellers y películas de corte japonés, gringo o latino, en las cuales el mundo entero se ve amenazado por los zombies que, no se sabe nunca por qué, quieren comerse a quienes minutos antes eran incluso sus seres más queridos.
Pero algo anda en el ambiente que nos les deja ver a estos nuevos muertos su atrevimiento de comerse a los humanos. Aquí la cuestión es también que estos zombies sólo representan la extinción de la raza humana, sin ningún propósito aparente: los zombies no quieren casarse con la chica güerita y popular de la cuadra, ni les urge tomar por asalto el gobierno o dominar a la raza humana. Ese es el grave problema de todas las cintas de este tipo.
Ensayo sobre la ceguera, de la autoría de José Saramago, es una obra del autor nacido en Portugal y por error, su apellido fue sustituido con el nombre del pueblo del que procedía. Fue premiado en 1998 con el Nobel de literatura y quizá su obra más leída sea esta, Ensayo sobre la Ceguera, llevada al cine con el título de “A ciegas”, estelarizada por Julianne Moore, Mark Ruffalo, Gael García Bernal y Danny Glover.
El título no es casual. Es justamente de donde parte toda la acción de la novela. Es decir, es un ensayo sobre cuáles serían las respuestas correctas al planteamiento básico de qué pasaría si la ceguera fuera una epidemia, en la época contemporánea.
En la relatoría, la ceguera se daría porque sí. Personas que van al volante, obreros calificados, viandantes, hermanos, esposos, niños, de repente contraen la ceguera. La ciudad comienza a paralizarse, pues quienes iban al volante abandonan los autos en busca de ayuda y se la piden a quienes van sobre la banqueta, aunque es muy posible que muchos de ellos también estén ciegos.

José Saramago
José Saramago


Cuando la pandemia alcanza números gravosos, el gobierno determina, porque no sabe qué hacer con los ciegos, confinarlos en campos de concentración, en donde dotarlos de comida es un verdadero problema.
Todas estas acciones de confinamiento son encargadas al ejército, que no duda en aplicar mano dura a los nuevos ciegos, que por serlo no saben comportarse con sus semejantes y es así como comienza el nuevo caos.
En medio de todo esto, el comportamiento de una persona comienza a llamar poderosamente la atención, pues por la certeza de sus acciones y sus aprendizajes tan rápidos de su nueva condición, hacen pensar que es lo que se acostumbra: que la persona tuerta reina sobre los ciegos. Pero no son pocos los que no desean su presencia ahí.
Este es el coctel que nos ofrece Saramago y vale la pena leerlo en época de confinamiento. Es un enorme ensayo (de ahí la solución final al conflicto) sobre el comportamiento humano ante eventos no esperados. Y es también la certeza del pensamiento de Wilde sobre el destino, que no envía heraldos para prevenir de las desgracias. Justo como estamos viviendo ahora. Provecho.