Lo que encierra el sitio

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El sitio
El sitio

POR RICARDO MORENO VALENCIA

Hace veinte años, Ignacio Solares ya era un narrador eficiente. Uno de sus trabajos más conocidos y respetados es su novela “Anónimo”, en la cual el protagonista principal, sin motivo aparente, despierta dentro de un cuerpo que no es el suyo, en una casa que no es su casa y al lado de una mujer que no es su esposa, va al espejo del baño, que no es su baño, por supuesto, y al ver la imagen devuelta descubre que, efectivamente, no es su cara.
La primera edición de “Anónimo” es de 1979, aunque después, en los años ochenta, alcanzó una segunda edición en la colección Lecturas Mexicanas, con el folio 22, del Fondo de Cultura Económica.

Libro Anónimo
Libro Anónimo


Le siguieron a esta obra Madero, el Otro, una obra acerca del presidente de México y una más sobre la figura revolucionaria de Felipe Ángeles, la cual obtuvo el premio Diana, en el año 1989.
Para el año 1998, con el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y también de la fundación Guggenheim, escribió otra novela memorable: El Sitio, en la cual se adelantó tal vez a su época para narrar la desventura de los habitantes de un edificio en la colonia Condesa, en la ciudad de México, quienes, sin saber el motivo, se encuentran en estado de sitio y no pueden salir del lugar.

El sitio
El sitio


La trama es, por supuesto, el retrato de los personajes que se encuentran en el lugar: veinte familias sitiadas en ese microuniverso, dentro de otro espacio mayor como es la ciudad de México, sin servicios telefónicos ni energía eléctrica.
La voz narradora de esta trama es nada menos que la de un sacerdote católico, más entregado a los placeres de la bebida que a las labores propias de un lacayo del creador. De ahí que la perspectiva no es la de quien ve las faltas morales de sus vecinos, sino la de quien teme verse descubierto en sus propios bajos placeres.
La trama avanza con el diario trazo de la nueva monotonía a la que se tienen que acostumbrar todos: escasean los productos, no se saben nada de quienes se quedaron fuera del edificio, los militares no dejan siquiera asomarse al exterior y quien se atreve a salir es acribillado, sin mayor explicación.
Como todo escasea, los vecinos se organizan para aportar cada quien lo que tiene, dejarlo sobre una mesa y de ahí distribuir los víveres a partes iguales. Pero no todos están de acuerdo con la medida: quienes poseen papel de baño o cigarros creen que deben recibir más por su aportación que aquellos que sólo cuentan con latas de comida o aceite vegetal.
Y en medio de todo, hay quienes exigen al sacerdote una mejor actuación para servir como mediador en el conflicto.
Mientras tanto, los cadáveres se siguen acumulando y no hay una siquiera idea de una fecha para poder salir del edificio. Ni una explicación siquiera de lo que ocurre afuera y que mantiene a los habitantes de la ciudad de México en ese singular estado.
La obra de Solares es del año 1998, donde el uso de la red se limitaba a unos cuantos usuarios y no existía el servicio de aparatos celulares con la profusión actual.
Tanto “Anónimo” como “El Sitio” son situaciones extremas en las cuales Solares explora las profundidades del ser. El sitio es “una gran metáfora del encierro existencial en que sin remedio está atrapado el hombre moderno y del cual sólo la fantasía, el amor y la experiencia de Dios sin intermediación alguna constituyen las únicas salidas posible”.
Ambas novelas tienen una conexión pocas veces vistas en la narrativa mexicana: una parte de una está inserta en la otra. Lo cual nos deja la duda de si El Sitio es un texto que ya existía a la par de Anónimo o el autor simplemente juega con sus lectores (que no son pocos) a ver si notan la inserción. Para este encierro, sería interesante descubrirlo.