No todo está dicho respecto del cine mexicano.

Si bien es cierto que han corrido ríos de tinta con explicaciones y filosofías tratando de entender el producto nacional, hacía falta algo en medio de todas esas publicaciones, y bien lo lograron Marco González Ambriz, José Luis Ortega Torres, Octavio Serra y Rodrigo Vidal Tamayo.

En su género fantástico, estos cuatro  escritores mexicanos salieron a cazar esas extrañas criaturas que nos legaron los productores nacionales y proponen una taxonomía formal, integrada por alimañas, aparecidos, brujas, chamucos, chupasangres, electrodomésticos, etés y humanoides.

«El cine mexicano ha engendrado tal cantidad de mostros, en un rango que abarca desde lo prehispánico hasta lo cibernético, que sólo una mirada múltiple podría aspirar a incluirlos»

Toda esta mostrología está desarrollada con base en la ciencia:  incluye, además de la fotografía, el nombre común del mostro, La Llorona, por ejemplo; su nombre científico, mater lacrimosa; sus poderes, levitación, grito supersónico, desvanecimiento, vida eterna a través de la reencarnación y seducción a varones en estado etílico. Sus debilidades: su tendencia a enamorarse y la poderosa técnica “de a caballo” aplicada por Santo. Sus enemigos: todos y cada uno de los don juanes burladores de doncellas, así como luchadores enmascarados y cubanos noqueadores. Su frase célebre es, desde luego, ay mis hijos. Y se acompaña de todo el listado de origen del mostro, es decir, de todos los filmes donde ha tenido un rol protagónico.

Así está escrito el epílogo de esta obra: Los editores agradecemos el desparpajo y carcajadas que nos obsequiaron los autores de esta obra: un cuarteto de mostrólogos sin par con cuyo trabajo, profesionalismo y devoción por el cine fantástico se reivindica y conserva un capítulo fundamental (a veces desdeñado) del ingenio e historia del cine nacional.