En la actualidad todo puede ser arte y nada lo es. Lo mismo un concierto de los Rolling Stones que una buena ensalada preparada frente a las cámaras o una caca de elefante aplicada con cierta uniformidad en un lienzo. Se podría agregar al reggaetón o lo que el lector guste: los mecánicos metidos a filósofos, las meretrices convertidas en presentadoras de televisión, las monjitas que participan en los realities bailando, cantando o cocinando. Y hasta los nuevos escritores con su literatura “light”.
Lo que está ocurriendo, según Mario Vargas Llosa, es que la cultura está a punto de desaparecer: no hay conciencia de las cosas y solamente queda la frivolidad: apariencia, juego, teatro, diversión.
Así, lo de hoy es lo frívolo, esa tabla de valores que hoy está invertida y tiene como valor supremo a la diversión, no a la alta cultura ni los valores estéticos reservados, preservados y ejecutados durante siglos.
Vargas Llosa relata cómo una exposición hecha a base de caca de elefante se convierte en un evento significativo para la cultura universal; seguramente para su degradación final.
Tiene razón. Sus afirmaciones nos llevan a explicar que las orquestas sinfónicas toquen cumbias, que los niños se enfrenten a los adultos en un ring gastronómico por ver quién es capaz de preparar la mejor ensalada y que haya payasos o simios como presentadores de noticias. Y el mal sigue avanzando.