Gabriel García Márquez en Cuernavaca

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De árboles de guayabas, guayaberos, 
hasta García Márquez en Cuernavaca
Por Hugo Calderón

…Después de que terminaba mi trabajo en el periódico, hacia las dos o tres de la madrugada, era capaz de escribir cuatro, cinco, hasta diez páginas de un libro. Alguna vez, de una sola sentada, escribí un cuento. Gabriel García Márquez.
La capital de Morelos, nuestra Cuernavaca, desde que nos acordamos ha sido la cuna de los guayaberos. En sus huertas, hace unas décadas, siempre estuvieron presentes los árboles de guayabas. Cuando éramos chamacos, nos gustaba comer tan sabroso fruto, encaramados en las fuertes ramas de los guayabos.
Ahora, la famosa guayaba pomarrosa, que se disfrutaba antaño, se ha ido extinguiendo. La guayaba es un fruto de tamaño promedio, con una capa de pulpa bastante firme, granulosa, sin embargo, tiene una capa más blanca, con semillas de tamaño pequeño. Es muy aromática y dulce cuando está madura y debido a sus propiedades ayuda a controlar el azúcar en la sangre y la ansiedad.
La guayaba se da en un árbol de una altura de hasta cinco metros. Es una fruta venerada por ser la única hasta hoy descubierta que contiene 16 vitaminas. Su delicioso sabor la ha convertido en una de las frutas de más consumo en el continente americano.
Cuauhnáhuac, cuyo significado es “cerca de la arboleda”, ahora llamada Cuernavaca, la capital del Estado de Morelos, ha sido famosa por su “eterna primavera”, su clima, en donde se dan diversas variedades de guayaba. De la madera del árbol llamado guayabo, se hacen diversos utensilios, debido a su dureza y resistencia. También juguetes y artesanías, como los trompos y las resorteras.
En Cuernavaca, allá por la década de los cuarentas, cincuentas y sesentas del siglo pasado, eran numerosas las huertas que había alrededor de sus doce pueblos, así como en las pocas colonias que por entonces existían. En dichas huertas, había árboles de guayabas, principalmente, así como mangos, aguacates, chicozapotes, papayas, mameyes, naranjas, chirimoyas, nísperos, limones, granadas, tejocotes, toronjas, y las palmeras con sus coquitos anaranjados.
En las calles de Amatitlán, El Vergel, Chipitlán, San Antón, Tlaltenango, en las orillas, y en el centro, cerca del Palacio de Cortés, eran comunes las huertas, entre Leyva y Humboldt, hasta la avenida Palmira y Acapantzingo, dentro de la llamada Casa de Maximiliano, donde proliferaban los árboles de guayabas y de mangos.
Años después, viviría en Cuernavaca, el afamado escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien, en 1982, junto con su paisano el periodista y diplomático Plinio Apuleyo Mendoza, escribieron el libro “El olor de la guayaba”. 
A García Márquez, le gustaba recibir a sus visitas en su casa de Cuernavaca. Decía: “El único momento en que me siento ser yo mismo, es cuando estoy con mis amigos”.
El colombiano Gabriel García Márquez también solía decir “como yo era periodista, mi horario de vida era el mismo de las putas”. El olor de la guayaba (1982).
Entre otros datos curiosos de las guayabas, podemos decirles que este sabroso fruto, se incluyó en las provisiones de alimentos para los soldados en la Segunda Guerra Mundial.
El olor de la guayaba, era característico en Cuernavaca, hace unos años. En muchas casas, como postre después de las comidas, o ya en la tranquilidad de las tardes en los amplios patios, se saboreaba el guayabate. Olores y sabores que se han perdido, así como también se han ido muchos de los ilustres personajes que aquí tuvieron su casa de descanso.