La Cuernavaca de los años 50

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Cuernavaca en los años cincuentas
Cuernavaca en los años cincuentas

POR: HUGO CALDERÓN CASTAÑEDA

Los años de la década de los 50 fueron realmente fabulosos para Cuernavaca, la capital del Estado de Morelos. Ya estaban el Club de Golf Cuernavaca, el Hotel Casino de la Selva, desde los años 30, y se había puesto de moda el famoso Hotel Chulavista, cuyos huéspedes podían escuchar las campanas de la Catedral, cuya torre se miraba desde las terrazas de sus habitaciones.

Cuernavaca en los años cincuentas
Cuernavaca en los años cincuentas


También estaba en su apogeo el céntrico Hotel Marik Plaza, con su bar “El Dorado”, donde bebían sus tragos artistas de cine, nacionales y extranjeros. A unos pasos de allí, solamente cruzar el Jardín de los Héroes, la casa de Mario Moreno, el famoso mimo de México “Cantinflas”, frente al emblemático Palacio de Cortés.
Entonces, en el Palacio de Cortés, estaba la sede de los tres poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Cuernavaca, por el sur, llegaba hasta el Polvorín, y hacia el norte, después del Calvario, estaba la Esperanza, y de allí hasta la carretera federal a México. La Zona Militar ya estaba allí. Y en el Casino Militar habría bailes memorables.
A partir de la década de los años 50, la industria turística adquirió mayor trascendencia en Morelos, pero principalmente Cuernavaca llamaba la atención a propios y extraños, por su clima, y por sus pintorescas calles empinadas, algunas de las cuales todavía estaban empedradas, y otras de plano sin pavimentar, como Zarco y Clavijero, en las inmediaciones del viejo mercado “Benito Juárez”, ubicado en la céntrica calle de Guerrero.

Cuernavaca en los años cincuentas
Cuernavaca en los años cincuentas


A un lado del Jardín Juárez, los puestos de artesanías y los de los plateros, capturaban al atención de los turistas. Sobre todo, de los gringos, quienes con sus dólares compraban lo que les ofrecían los vendedores. Marys Shop, la Casa Taxco, la tabaquería de Rafa, a un lado de El Universal, eran punto de reunión para los visitantes. El kiosko frente al Hotel Bellavista, era el lugar donde la banda del Estado, ofrecía audiciones los jueves y los domingos.
Curiosamente, uno de los principales atractivos era el Salto de San Antón, en cuyas aguas se podía nadar. Se vendían artesanías de barro, que elaboraban los vecinos de ese rumbo. Otro cuerpo de agua, era el Parque Revolución, en el centro. Y lejos, a cinco kilómetros del centro, Chapultepec, con sus frías aguas, en donde algunos chamacos se lanzaban de los árboles, cuando los turistas lanzaban monedas. Eran tiempos diferentes a los que vivimos hoy.

Cuernavaca en los años cincuentas
Cuernavaca en los años cincuentas


Estaba en obra negra el ahora Palacio de Gobierno. Allí, muchos años, estuvo el cuartel de los bomberos, quienes llenaban sus viejas pipas, en la fuente del león, en donde también estuvieron los primeros fotógrafos, con sus viejas cámaras de fuelle, y sus caballos de madera, para que los turistas se tomaran la foto, con sus enormes sombreros de charro. También en el Jardín Morelos, a los pies del “Morelotes”, hubo fotógrafos antaño.
La estatua de Pacheco, frente al Palacio de Cortés, en el jardín de la fuente de las ranitas, donde estuvieron los primeros lustradores de calzado. El señor Corripio, papá de Beto, era el dirigente de los llamados boleros. Luego, Alberto recibiría la estafeta, y todavía no la suelta.
Los automóviles podían circular alrededor del Jardín Morelos. Subían de Galeana, hacia Correos y Telégrafos, y podían llegar al Hotel Imperial, frente al Palacio de Cortés. Estaban en el perímetro del centro, los sitios de automóviles de alquiler, Cortés, Constitución, Juárez, y Galeana, frente a la Plazuela del Zacate.

Los años cincuentas
Los años cincuentas, a través de la mirada de Miguel Angel.

En la radio, por aquellos años, se escuchaba la voz de Emilio Tuero, el llamado Barítono de Argel, cantando “Quinto Patio”, del maestro Mario Molina. Elvis Presley, empezaba a alborotar a la juventud de los cincuentas, con sus movimientos de cadera. Casi al final de la década, Bill Haley y sus Cometas, llegarían a México, con el rock y el twist.
Ya se construía el fraccionamiento Lomas de Cuernavaca, en Palmira, que por entonces estaba “lejos del centro”, y el arquitecto Candela, bajo la supervisión de Guillermo Rosell, construía la capilla abierta, de lo que ahora es el templo de San Felipe de Jesús.
Las estaciones expendedoras de gasolina en Cuernavaca, eran la de Las Palmas, la del Calvario, y en el centro el Servicio Cortés, la de Hidalgo y Morelos, a un lado de la Catedral, a media cuadra del Cine Morelos; y en Matamoros y Lerdo de Tejada, a unos pasos del entonces casi nuevo Cine Ocampo.
Cuernavaca, entonces sí, era la Ciudad de la Eterna Primavera. Un remanso de tranquilidad. Unas cuantas calles y terminaba el ajetreo. Calma y descanso, lo que se buscaba en los fabulosos años de la década de los cincuenta del siglo pasado.